Qué ver en Nusa Lembongan Y Ceningan (con fotos)

Y de isla en isla y tiro porque me toca. Dejo la impresionante Bali para descubrir las pequeñas y no por ello menos importantes, Nusa Lembongan y Nusa Ceningan.

El transporte en barco de Bali a Nusa Lembongan fue de lo más movidito. Llegué deseando tirarme en alguna playa paradisíaca. Por suerte para mí, al ladito de mi alojamiento, había un mar tranquilo de color turquesa rodeado de arena blanca. Sencillamente perfecto.

Me alojé en D&Yoga Home Stay por 11 euros la noche, maravilloso. Todo estaba muy limpio, había una cama grande y cómoda y tienes un espacio donde relajarte al aire libre. Además, la familia que lo lleva es adorable.

Por primera vez después de 5 meses de viaje, me puse mala. Me dio una gastroenteritis de no poder moverme. Desafortunadamente para mí, en ese momento viajaba con la peor compañera de viaje que podía haber elegido. Pero, vamos a dejar esa historia para el final del artículo

¡Basta ya de hablar! ¡Conozcamos la isla! 

Recordad, pinchad en el nombre de cada lugar para ver dónde se encuentra.

DEVIL’S TEAR

Tardaría una hora caminando desde mi alojamiento hasta «Devil’s tear» o lo que es lo mismo: La lágrima del diablo, un acantilado en el que las olas rompen con tanta fuerza que crean una explosión de agua. Para verlo tienes que ir por la mañana.

El camino no tienen ninguna complicación más que vas por donde conducen los coches y que subes una buena cuesta. Pero veámosle el lado positivo, las cuestas suelen llevar a unas buenas vistas. En este caso, de película:

Tras otro ratito andando, por fin llegué, el color del agua es espectacular, y es alucinante ver las olas chocar con las rocas formando las llamadas lágrimas del diablo. Allí había bastante gente, sobre todo chinos. Más de un listillo se acercaba lo suficiente sin saber que la ola te puede mojar o lo que es peor, arrastrar… No os fiéis. Los toros desde la barrera…

SANDY BAY BEACH

Decidí que era hora de un buen desayuno, así que me paré en Sandy Bay Beach, un local en primera línea de playa con piscina. Aún era temprano y apenas había gente. Me tomé un delicioso brownie con helado y, metida en el agua de la piscina, disfruté de las olas de aquel lugar y un poquito de soledad.

DREAM BEACH

Ya estaba bien de vaguear, el recorrido debía continuar, próxima parada: Dream Beach Cliff, un nombre que le viene al pelo, ya que, como podéis comprobar, los acantilados tienen preciosas vistas a una playa de ensueño.

CRUZAR CAMINANDO A NUSA CENINGAN

Tocaba cruzar a la isla vecina, Nusa Ceningan, por suerte para mí, se puede hacer andando a través de un puente: Yellow Bridge. El camino antes de llegar es bastante espectacular, mirad:

Cuidadín al cruzar el puente, es bastante estrecho y las motoristas pasan como locos.

BLUE LAGOON – NUSA CENINGAN

Una media hora después llegué a Blue Lagoon, otro acantilado de agua azul turquesa, un lugar sólo para mí ya que cuando llegué no había nadie. Así que me senté al borde del acantilado y me dediqué a disfrutar del espectáculo y tomarme mi Fanta roja. Sí, he dicho roja, creo que es de fresa aunque no sabe lo más mínimo a fresa. Tampoco sabría explicaros a qué sabe. Pero si véis fanta verdo o roja en vuestro viaje… ¡¡Tenéis que probarla!!

SECRET BEACH – NUSA CENINGAN

Y por último, el plato fuerte, Secret Beach, el lugar perfecto para relajarte unos días o toda la vida. Allí hay un Hotel, se supone que para entrar a la playa tienes que pagar o consumir en el bar. O también podéis pasar de eso y entrar directamente, si cuela, cuela.

Lo que más me gustó fue la piscina con vistas al mar. Si algún día vuelvo a esta islita, no me importaría alojarme allí.

Bueno, pues terminé rota de andar pero mereció totalmente la pena. Estas dos islas tienen lugares encantadores.

Se me hizo tarde y empezaba a anochecer. Las calles no tienen acera así que no era muy aconsejable caminar sola por allí. Un chico en moto se paró y se ofreció a llevarme. Normalmente hubiera dicho que no, pero vistas las circunstancias… La verdad es que di en el clavo, se llamaba Louis, era francés y esa noche, cenaría acompañada.

Mejor sola que mal acompañada

Terminemos la historia que os contaba al principio. Como os decía, me puse muy malita y en ese momento iba acompañada por una loca sin saberlo. Cuando ella decía que iba a comprarme agua, lo que realmente hacía era irse a comer tranquilamente y luego traerme agua.

La familia del hotel llamó un médico para que viniera a verme. No habría posibilidad ninguna de que yo llegase por mi propio pie o montada en una moto al centro médico.

La doctora, que fue adorable, me dijo que me tomara las pastillas, no sin antes comer algo. Mi compañera se ciñó a decirme que me tomase el suero y ya luego iría a comprarme algo de comer. En ese momento no tuve fuerzas para contestarla. Pero aún quedaba mucha noche. Fue la familia quien me hizo un arroz blanco sin pedir nada a cambio.

Tiempo después, mi acompañante me ofreció ir al restaurante. Realmente no sé qué parte de verme todo el santo día moribunda y yendo de la cama al baño se perdió… El caso es que aproveché que se fue para intentar dormir. Y lo conseguí, hasta que llegó y se puso a encender las luces incluso cuando estaba en el baño. Cuando le pedía que las apagara ella me decía que me esperase.

Cuando por fin apagó la luz, tuvo la maravillosa idea de ponerse a whatsappear con el sonido puesto… Le pregunté si podía quitar el sonido y me dijo que no, tal cual, que ella también tenía derecho a hacer cosas. Y me caí muerta. En fin, que no solo no quitó el volumen sino que se puso a mandarle notas de voz a su madre. Maldita loca…

Y es ahí, justo en ese momento, cuando te das cuenta que a veces es mejor viajar sola que mal acompañada. 

De verdad que no me lo podía creer. No entendí qué le pasaba a esta persona en la cabeza, pero espero que si algún día se pone enferma, no tenga la mala suerte de encontrarse con alguien como ella.

Por cierto, temía cuánto podría costarme el médico y más viniendo él a mi alojamiento…Yo no tenía ningún tipo de tarjeta ni seguro médico, pero no me quedaba otra, estaba fatal. La doctora no sólo vino y me trató estupendamente, sino que sólo me cobró unos 12 euros y me dio un montón de pastillas y suero.

Una vez me separé de aquella viajera todo empezó a ir mejor. Cambié de alojamiento y poco a poco empecé a mejorar. Sobre todo después de conocer a Martín, un argentinito vacilón con quién compartiría mis últimos momentos en Nusa Lembongan y más tarde en Bali. Desde aquí, mil millones de besos a Martín 🙂

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