Viajeros adictos: ¿Una enfermedad?

Estoy enferma. Profundamente trastornada, yo diría que incluso terminal.

Y no, no existe clínica en Estados Unidos o milagrito del Señor que solucione esto.

No me mires así, que no lo digo yo, lo dice ni más ni menos que la Real Academía de la Lengua: “¡Dromomaniaca!”.

Según su excelentísima RAE, la dromonanía es la inclinación excesiva u obsesión patológica por trasladarse de un lugar a otro.

Toma ya. ¿Cómo te quedas?, ¿Tengo yo de eso? ¿Y tú que me estás leyendo?.

A ver, no te asustes. Que esto no mata a nadie. Al menos hasta donde yo sé. Pero sí puede volverte un poco loco (si es que no lo estás ya, que no es por ser mala, pero cuando el río suena…).

Algunos la conocen como la enfermedad o adicción de viajar. Lo leí hace tiempo en un artículo y pensé: ¿Es esto en serio una enfermedad?.

Veamos Naluua, recapitula… todo empezó con tu primer viaje al extranjero. Era también tu primera vez independizada (a los 26, que ya era hora maja).

Destino elegido: Oxford.

Profesión: Aupair, que, para el que no lo sepa, se trata de cuidar a los hijos de otros mientras te hacen creer que te pagan en víveres (pocos, las cosas como son) y una cama con efecto muellemasaje, es decir: siente todos y cada unos de sus muelles y sueña feliz.

La experiencia te salió bien, perdiste el miedo a lo desconocido y decidiste repetir.

Siguiente destino: Malta. Esta vez, un lugar soleado, que no estamos para sufrir.

Profesión: Uff muchas, llámame polifacética. Que si dependienta, que si fotografiando a borrachos en discotecas, Asistente de Marketing, Ayudante en un casino online con chicas en bikini (muy raro aquello), actriz de improvisación, recepcionista de hotel durante media hora (el uniforme era terrible, qué quieres que te diga, lo dejé, iuu…).

Y cuando creíste haber encontrado el lugar ideal para vivir, resulta que no es suficiente. Y necesitas – repito – NECESITAS- conocer ese país con el que hacía tiempo soñabas. Y de nuevo, sentaste tu trasero en un avión.

Parón aquí. Cuando digo “necesitaba” quiero decir que, de verdad, necesitaba irme a Tailandia. Cada noche, Tailandia era mi último pensamiento antes de cerrar los ojos y el primero que me venía a la cabeza al sonar el maldito despertador. Yo, tirada en una playa paradisíaca de Tailandia.

Y es que cuando algo te obsesiona así, tienes que hacerlo (o hablarlo con tu psicólogo, eso ya como tú veas).

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Destino elegido: Tailandia

Profesión: Ninguna, hemos venido a jugar, digo, a disfrutar.

Serían los cocos, el pad thai o la isla de Leonardo Dicaprio. Pero decidiste que querías verlo todo de Asia. Y cogiste tu mochila y también otro avión.

Siguiente destino: Vietnam, seguido de Camboya, ah espera, Bali también, no olvides Filipinas

Y ahí empezó tu perdición. No tienes tiempo suficiente para tantos sitios como quieres conocer. Es un problema, en serio. Soy adicta al viaje.

¿Habrá grupos de apoyo para esto? ¿Viajeros anónimos quizás?

Aún no has llegado a tu próximo destino que ya estás pensando en el siguiente. Si lo piensas un poco, asusta. Estás como una cabra. Háztelo mirar.

Un tema: para pedir el visado de trabajo en Australia me pidieron una serie de pruebas médicas. A mí no me asustaba que las pruebas pudieran salir mal, a mí lo que me asustaba, es que no me dejaran viajar. Y eso te hace replantearte… ¿Estás en tus cabales chata?

“Cada vez te vas más lejos”, me echa en cara la pobre Blasina (mi desesperada Madre) cada vez que compro un billete de avión.

“A mí eso de no estar a gusto en ningún lado no me gusta” me dice mi abuela. ¿Tendrá razón mi Lola?

El caso es que una vez visto el paraíso, sólo quiero una cosa: pasar al siguiente.

Y cada lugar que ves, por muy increíble que sea, sólo te incita a una sola cosa: descubrir uno nuevo.

¿Merece la pena todo esto? ¿Dónde estás ahora?

¿Ahora? Literalmete al otro lado del globo. En serio, si coges una pajita y la incrustas en el globo justo por el lado de España, al otro lado te espera Australia. Top, ¿no?.

Y, lo de merecer la pena… pues bueno, he de decir que lo único que no me gusta de este sitio es no tener la facilidad de poder ir a casa cuando me apetezca.

Me quita libertad. Y eso… Uff… Eso sí que no lo aguanto.

Por otro lado, echo la vista atrás y me doy cuenta de la cantidad de gente que he conocido, los lugares distintos en los que he vivido, los trabajos tan diferentes que he tenido, las historias para no dormir que me han ocurrido, las veces que me he sabido sacar las castañas del fuego en el país que fuera, los idiomas aprendidos y en definitiva: lo feliz que he sido.

Así que sí, soy una enferma, una adicta al viaje, una dromomaniaca o cómo lo quieras llamar.

Pero al fin y al cabo, todo lo hago por una sola razón: ser feliz.

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